LA APARICIÓN DEL ANTICRISTO
2 Tesalonicenses 2:1–3
(RVR60) — 1 Pero con respecto a la venida de nuestro Señor
Jesucristo, y nuestra reunión con él, os rogamos, hermanos, 2 que no os
dejéis mover fácilmente de vuestro modo de pensar, ni os conturbéis, ni por
espíritu, ni por palabra, ni por carta como si fuera nuestra, en el sentido de
que el día del Señor está cerca. 3 Nadie os engañe en ninguna manera;
porque no vendrá sin que antes venga la apostasía, y se manifieste el hombre de
pecado, el hijo de perdición,
Cuando
la gente piensa en el fin del mundo, a menudo parece que está lista a creer
cualquier rumor que venga. Así sucede especialmente cuando la gente no ha
estudiado con cuidado lo que Dios dice acerca de ese gran día. Parece que
algunos de los tesalonicenses no eran nada diferentes; una noción falsa
respecto al fin del mundo estaba circulando en su congregación. El resultado
fue que algunos de los tesalonicenses (no sabemos cuántos) se empezaban a
sentir alterados.
Pablo
le da comienzo a una extensa profecía acerca de dos acontecimientos que tendrán
que suceder antes de que venga el día del Señor[1]
Una cosa que sucedería sería una “apostasía”. Que es una
negación o deserción de la verdad de la salvación.
El segundo acontecimiento que tiene que
suceder es la revelación del “hombre de pecado[2]
Él
sería especialmente responsable por la apostasía, es decir, por la deserción
porque sería un líder poderoso e influyente que pretendería tomar el lugar de
Cristo. Por eso a menudo se le denomina como el Anticristo. Puesto que trata de tomar el lugar de Cristo y de guiar
a la gente lejos de él, su destino está sellado. Es “hijo de perdición”, es
decir, que está destinado para la destrucción[3]
EL ANTICRISTO
2 Ts. 2:4 el cual se opone y se levanta contra todo lo
que se llama Dios o es objeto de culto; tanto que se sienta en el templo de
Dios como Dios, haciéndose pasar por Dios.
Este
hombre se opone a Dios y lo desafía, exaltándose a sí mismo por encima de todos
los demás objetos de adoración, demandando para sí mismo arrogante y
blasfemamente la deidad.[4]
el
Anticristo es evidentemente un maestro religioso que dice que está haciendo la
obra de Cristo, mientras que en realidad es uno de los peores oponentes que
Cristo jamás tendrá.
2 Tesalonicenses 2:6–7
(RVR60) — 6 Y ahora vosotros sabéis lo que lo detiene, a fin de que
a su debido tiempo se manifieste. 7 Porque ya está en acción el
misterio de la iniquidad; sólo que hay quien al presente lo detiene,
hasta que él a su vez sea quitado de en medio.
Pablo
dice aquí que los lectores tesalonicenses conocían la identidad de ese algo o
poder. Los lectores modernos no la conocen, y por lo tanto no pueden ser
dogmáticos en su interpretación.
Entendemos
fácilmente que “el misterio de desafuero” esté ya en operación. Aun en los días
de Pablo la rebelión contra Dios y sus ordenanzas se hallaba presente en el
mundo. Sin embargo, no era evidente de que algún día este espíritu de desafuero
se encarnaría en “el hombre de desafuero”. Esto era todavía un misterio (cf. Ro. 11:25; 1 Co. 15:51;
Ef. 5:22);
En
la malvada oposición al evangelio, que mostraron algunos de los que conocían el
camino, Pablo vió, como resultado de divina revelación e iluminación, una clara
señal de aquel siniestro movimiento que algún día culminaría en el reinado del
anticristo.
Lo
que el apóstol escribe se puede comparar con la declaración de Juan diciendo
que el espíritu del anticristo está ya en el mundo, y que ahora muchos
anticristos se han levantado (1 Jn. 4:3; 2:18).[5]
En
tanto que Satanás está perfectamente enterado de que él mismo no puede
encarnarse, sin embargo quisiera imitar a la segunda persona de la Trinidad
también en este aspecto hasta donde le fuese posible. Desea ardientemente la
presencia de un hombre sobre el cual pueda tener completo control, y que
cumplirá su voluntad así como Jesús cumplió la voluntad del Padre. Ha de ser un
hombre de talentos sobresalientes. Pero hasta el momento el diablo ha fracazado
en su intento de poner este plan en operación. Algo y alguien está siempre
“reteniendo” al hombre de desafuero, necesario instrumento del engañador. Esto,
por supuesto está ocurriendo bajo dirección divina.[6]
De
ahí que, por el momento, lo máximo
que Satanás puede hacer es promover el espíritu de maldad. Pero esto no le
satisface. Es como si él y su hombre de pecado estuviesen aguardando el tiempo.
En el momento divinamente decretado (“el tiempo apropiado”) cuando, en castigo
por la cooperación voluntaria de los hombres con este espíritu, el designado
como “alguien” y “algo” que ahora retiene sea quitado, Satanás comenzará a
llevar a cabo sus planes:[7]
2 Tesalonicenses 2:8–12
(RVR60) — 8 Y entonces se manifestará aquel inicuo, a quien el
Señor matará con el espíritu de su boca, y destruirá con el resplandor
de su venida; 9 inicuo cuyo advenimiento es por obra de Satanás, con
gran poder y señales y prodigios mentirosos, 10 y con todo engaño de
iniquidad para los que se pierden, por cuanto no recibieron el amor de la
verdad para ser salvos. 11 Por esto Dios les envía un poder engañoso,
para que crean la mentira, 12 a fin de que sean condenados todos los que
no creyeron a la verdad, sino que se complacieron en la injusticia.
Cuando
el tiempo apropiado llegue, el programa de Satanás será realizado en forma
visible. El misterio será reemplazado
por el hombre. El sin ley aparecerá
en la tierra y será revelado en sus palabras y hechos.
A
fin de alentar a los creyentes, que de otro modo podrían estar llenos de
injustificable alarma, Pablo inmediatamente añade: a quien el Señor Jesús matará con el aliento de su boca, y derrotará
totalmente por la manifestación de su venida.
El
aspecto total, veloz, y repentino de la derrota del anticristo
se describe aquí en lenguaje simbólico. El carácter decisivo de su caída es el
pensamiento único y central. Simplemente por el aliento y apariencia de Cristo el “hombre de maldad” será
derrotado.
Ps.
Jessica Alzamora
[1]
Kuske, D. P. (1997). 1, 2 Tesalonicenses
(L. A. Schaller, A. J. Panning, & R. C. Ehlke, Eds.; p. 94). Editorial
Northwestern.
[2]
Kuske, D. P. (1997). 1, 2 Tesalonicenses
(L. A. Schaller, A. J. Panning, & R. C. Ehlke, Eds.; p. 95). Editorial
Northwestern.
[3]
Kuske, D. P. (1997). 1, 2 Tesalonicenses
(L. A. Schaller, A. J. Panning, & R. C. Ehlke, Eds.; p. 95). Editorial
Northwestern.
[4]
Airhart, A. E. (2010). La Primera y Segunda Epístolas a los Tesalonicenses.
En Comentario Bíblico Beacon: Gálatas
hasta Filemón (Tomo 9) (p. 545). Casa Nazarena de Publicaciones.
[5]
Hendriksen, W. (2007). Comentario al Nuevo
Testamento: 1 y 2 Tesalonicenses (pp. 207-208). Libros Desafío.
[6]
Hendriksen, W. (2007). Comentario al Nuevo
Testamento: 1 y 2 Tesalonicenses (p. 211). Libros Desafío.
[7]
Hendriksen, W. (2007). Comentario al Nuevo
Testamento: 1 y 2 Tesalonicenses (p. 211). Libros Desafío.
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